Etiquetando hipocresías

Por si nos faltaran debates, surgió un nuevo motivo de disensión entre los argentinos. Esta vez, con los alimentos como protagonistas y como siempre, los políticos que, como suele suceder en los últimos tiempos, se encargan de dividir aún más a una población flagelada por la discordia. La Ley de Etiquetado Frontal abrió un nuevo capítulo de la grieta argentina.

Columnistas 07/10/2021 Damián Sileo Damián Sileo
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Para decirlo en pocas palabras y de la manera más simple: la Ley de Etiquetado Frontal consiste en ponerle a los paquetes de alimentos envasados un parche a modo de advertencia sobre los ingredientes nocivos para la salud que éstos puedan contener. O, en todo caso, avisar sobre el exceso de algún componente que, en grandes cantidades, también puedan provocar algún trastorno en la salud.
Se puede hacer un par de lecturas al respecto de este proyecto de ley que, a primera vista, pareciera mostrar a los políticos como que están preocupados por nuestra salud. Por un lado, está la lectura de que “a mayor información, más posibilidad de elegir”. Es decir, si en el paquete de papas fritas que voy a comprar veo un parche que me dice que “tiene exceso de sal” -en el supuesto caso de que yo no lo supiera- yo escogería otro producto  más sano para mi salud, con menos “cloruro de sodio” –no olvidar ir con el diccionario al supermercado-.
Por el otro, está la sensibilidad de quien ve insultada su inteligencia al considerarse que no sabe que los bizcochitos para el mate tienen un “alto contenido graso”, y para eso, hace falta que se lo marquen en un cartelito… y que promulguen una ley.

Un gran proyecto… para países normales
En un mundo perfecto, un proyecto de ley de estas características hasta podría llegar a tener sentido (siempre y cuando sus habitantes no se ofendan por tener que aclararles, parche mediante, que la Coca Cola tiene exceso de azúcares). Por supuesto, hablamos de países que tienen resuelta su economía, en donde la institucionalidad funciona como debe y en el que sus legisladores estén tan aburridos que, como no hay leyes interesantes que promover, se dedican a darle pinceladas a una sociedad que, de por sí, ya es pintoresca.
Ahora bien, en un país como el nuestro, donde tenemos a más del 50 % de los niños por debajo del nivel de pobreza -dato proporcionado por la UCA y que no fue desmentido por el propio gobierno, aunque desde el INDEC se reconoció recientemente que existe un 41% de pobreza- (*), parece hasta de mal gusto ponerle un cartel de alerta a un paquete de papas fritas al que esos chicos jamás van a acceder.
¿Realmente podemos creer que por proporcionar cierta información sobre los ingredientes en exceso de los productos alimenticios, la sociedad va a cambiar sus hábitos? 
Hace un tiempo, se comenzó una campaña para concientizar acerca de lo nocivo del tabaquismo, poniendo un parche en los atados de cigarrillos que decía “El fumar es perjudicial para la salud. Hasta hubo etiquetados con dibujos de esqueletos fumando y cosas así, como para “asustar” al fumador. Si algo así no cambió el hábito de fumar en un país donde actualmente, hay 9 millones de fumadores y mueren cerca de 44.000 personas a causa del tabaquismo cada año (**), ¿qué hace suponer que la persona que come galletitas en exceso vaya a dejar de hacerlo solo porque va a ver una etiqueta en el paquete que diga que tiene “exceso de calorías”?
Antes que salten a la yugular del mensajero, no se trata de cuestionar el mero hecho de “informar” sobre los ingredientes de los alimentos, sino de las prioridades, del oportunismo político, tan miserable que es capaz de utilizar temas sensibles como éste para captar un voto más. Tal vez, hubiese sido más productivo, una ley que permita ver con mayor claridad la fecha de vencimiento de los productos alimenticios, que suelen estar escondidos en letras imperceptibles y milimétricas. ¿No?

Desconexión
El tratamiento de esta ley que, repito, no es mala en sí misma, muestra una vez más la desconexión de la clase política con los verdaderos problemas de los argentinos. Desde el oficialismo se impulsan leyes pensando solo en hacer frente al revés sufrido en las PASO. Eso está clarísimo. Cada paso que se da desde el Gobierno, solo tiene en la mira revertir el resultado como sea, aunque tengan que plantearse las cosas más absurdas, como enviar al mismísimo Presidente a tocar timbre a las casas o sesionar sobre “El día Nacional del Kimchi”. 
Por el otro lado, la oposición muestra que tiene los mismos comportamientos nocivos de “oponerse porque sí” a cualquier cosa que proponga el oficialismo. En particular, la crítica favorita del oficialismo pasó por cuestionar que desde la oposición se preocupan solo por no perjudicar a sus amigos empresarios con una ley que, supuestamente, atente contra la venta de sus productos. 
Como sea, está visto que en ambos lados de la vereda solo hay políticos que miran los intereses propios y el de sus amigos. Nunca el de los ciudadanos de a pie.

En el medio, nosotros
Y aquí es donde comienza una nueva discusión política que nos pone a los argentinos, una vez más, en veredas opuestas solo por el ánimo de defender o atacar a quienes promueven y/o se oponen a tal proyecto en el recinto del Congreso. Parece no bastar la cantidad de escándalos de todo tipo que nos regalan nuestros políticos, quienes nos demuestran a diario que lo último que les interesa es el bienestar de los argentinos. Vivimos tan obnubilados defendiendo ideologías baratas, que somos capaces de poner en juego nuestras relaciones más cercanas con tal de ganar una discusión política en las redes sociales. ¿Cuál es el fin? ¿Tan ligado puede estar el ser humano a una bandera partidaria que no puede estar sin buscar un conflicto con el prójimo? ¿Llegará el día en que maduremos, dejemos de confrontar contra nosotros mismos vía Facebook, y empecemos a votar con la conciencia y con la memoria en vez de hacerlo con el corazón y el bolsillo? 
El 14 de noviembre es un buen momento para empezar a mostrar ese grado de madurez en el cuarto oscuro. Está en nosotros decidir si queremos seguir siendo rehenes de un sistema que nos enfrenta a los argentinos entre “ellos y nosotros”, o si vamos a dejar de tenerle miedo a lo desconocido y a dar nuestro voto de confianza a quienes, tal vez, no tengan tanto rodaje político -lo cual hasta puede ser sano- pero que promuevan los valores tradicionales con los que fuimos criados en casa.

Damián Sileo

(*) Informe técnico del INDEC al 30 de septiembre de 2021, sobre la incidencia de la pobreza y la indigencia en la Argentina.
(**) Datos de CAEME, “Cámara Argentina de Especialidades Medicinales”

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