La prostitución cívica

Por Néstor Golluscio (*)
Sé que el título de este artículo es muy fuerte como creo también que lo será su contenido pero de todo corazón mi intención es que juntos reflexionemos.
En el imaginario popular se dice que la prostitución es el oficio más viejo del mundo. Curiosamente es la misma Biblia la que afirma que una prostituta llamada Rahab fue la que en Jericó ayudó a los espías judíos antes de tomar la tierra prometida y por su acto de heroísmo es incluida en los héroes de la fe (Josué 2 y Hebreos 11).
Básicamente, la prostitución es el ejercicio de intercambiar sexo por dinero y en todas las culturas (aunque en algunas es considerada como un empleo o trabajo) es considerada denigratoria y estigmatizante para quien la ejerza.
En los últimos años hemos visto un avance importante en la concientización de un mal involucrado con la prostitución: LA TRATA. De alguna manera este “comercio ilegal” de menores que ha sido retratado en obras televisivas de ficción como en el caso de “Vidas Robadas” hace algunos años atrás, puso de manifiesto este flagelo y pienso que ayudó a reflexionar seriamente sobre la esclavizante situación que viven tantas mujeres en el mundo.
Lo verdaderamente llamativo, estando a solo un mes de las elecciones, es el avance de lo que denominé “la prostitución cívica”, o sea el intercambio de dinero por parte del estado a una franja etaria de ciudadanos con el objetivo de otorgarle el voto al espacio político que le ofrece ese dinero.
Para mencionar solo un ejemplo: hace unos días se promulgó la resolución 1.499/2021 en el Boletín Oficial, mediante el cual el Ministerio de Cultura de la Nación crea el programa “Más Cultura Joven” otorgando un Bono de $5.000 a jóvenes de 18 a 24 años en situación de vulnerabilidad y que sean beneficiarios de otros planes sociales para que vayan a actividades “culturales” (cines, teatros, etc) que no tiene otro objetivo que producir un efecto electoralista de canjear dinero por votos y no ideas por votos que sería lo más razonable.
Hay otros casos que ya toda la opinión pública conoce. Mi humilde llamado en esta hora difícil de la humanidad y de nuestro país, es que podamos ejercer nuestra dignidad de no cambiar nuestras convicciones, sean cual fuesen, por un poco de dinero (que por otra parte es dinero estatal, o sea, de todos nosotros).
Esaú se equivocó mucho, cuando por un plato de lentejas “vendió” su primogenitura que era ni más ni menos que los derechos sagrados del hermano mayor (Génesis 25:30).
Especialmente a los jóvenes les pido: no vendan su voto por un plan, por un viaje de egresados, por una bicicleta, por una bolsa de comida. Dios nos creó a su imagen y semejanza, y nos dio dignidad y su libertad para elegir sobre la base de las ideas y no de la prostitución cívica.
A mis amigos lectores que creen que con la publicación de este artículo estoy peligrosamente bordeando una postura política quiero decirles algo: tienen razón.
Néstor Golluscio es pastor de la Iglesia Pueblo Nuevo, de Bahía Blanca