¿Hay lugar en la política para un cristiano?

Ya pasaron las elecciones legislativas. Y uno de los temas que más se discutió alrededor de las mismas fue la notable participación de cristianos confesos en los diferentes espacios políticos, y uno en particular, que fue conformado con esa filosofía. Pero más allá de la lectura que se pueda hacer de los resultados de esta votación, queda flotando el interrogante: “¿Hay lugar en la política para un cristiano?” El comunicador social David Balbuena hace un análisis a la luz de la Biblia a través de este artículo de DiarioPC.

Columnistas 19/11/2021 Escritores invitados Escritores invitados
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Por David Balbuena (*)

El dilema teológico y moral
En cierta oportunidad, un cristiano inmerso en política y con tareas de gobierno recibió críticas de parte de otro creyente por haberse involucrado en tal labor, a lo cual respondió: ¿Quién dice que la Biblia y la política no se mezclan? ¿Qué Biblia están leyendo las personas?
Quizás has escuchado o recibido alguno de los siguientes cuestionamientos: “El ambiente político está repleto de corrupción y gente deshonesta”, “La política no es para creyentes”, “Si entrás te vas a contaminar”, “Yo soy apolítico”, “La política y el cristiano son incompatibles”. Esta y muchas otras frases están impresas en el imaginario colectivo de muchos hijos de Dios, motivo por el cual han visto el asunto público como algo prácticamente diabólico y así relegado las riendas del país a gente con vocación para el mal. 
El prestigioso escritor y político irlandés, Edmund Burke, comentó: "Para que el mal triunfe, solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada”. Pues bien, ¿quién dice que la política no es un escenario para hacer brillar la luz de Cristo y bendecir al prójimo desde una perspectiva de servicio público? 

Llamados a gobernar la tierra
La palabra política procede del griego “Politike”, que definía el arte de gobernar la polis o ciudad-estado. Nos remitimos así a la sociedad griega donde sus ciudadanos eran convocados a debatir y el uso de la retórica era la herramienta por excelencia a fin de convencer a otros, para la implementación de agendas en asuntos públicos.
Desde una perspectiva bíblica, podríamos decir que es el arte de gobernar los asuntos públicos que desde un principio Dios encomendó a Adán, bajo la premisa de haber sido creado a su imagen y semejanza. En el jardín de Edén, Adán y Eva tenían el deber de ser representantes visibles de Dios en la tierra, juzgar y gobernar la creación (Gn. 1:26-27). En otras palabras, Adán, y por extensión, sus descendientes, tenemos la responsabilidad delegada por el Señor de ser sus embajadores y gobernar la creación para representarlo dignamente.
Así lo expresa Antony Hoekema en “Creados a imagen de Dios”: “El hombre, entonces, fue creado a imagen de Dios de manera que pudiera representar a Dios, como un embajador de un país extranjero. Así como un embajador representa a la autoridad de su país, el ser humano (tanto hembra como varón) debe representar la autoridad de Dios. Así como un embajador se preocupa por promover los mejores intereses de su país, de la misma manera el hombre debe buscar promover el programa de Dios en este mundo”. 
Génesis 1:26-27 nos pone en perspectiva sobre el rol que Dios ha dado a sus criaturas. Somos el reflejo de su gloria y sus representantes visibles en la tierra. Debemos señorear la creación. El relato inicia con un Dios que ve la tierra “desordenada y vacía” (Gn. 1:1:2), pero comienza a ordenar el caos y poblarla de vegetación, animales y como corolario forma al hombre a su imagen. 
Somos la corona de Su creación y hemos sido puestos para señorear las obras de sus manos (Sal 8:5-6). De este modo, como representantes visibles de Dios tenemos la misión de poner en orden una sociedad en caos por causa de la caída, y a su vez, fructificar y poblar la tierra (Gn. 1:28). La palabra señorear (RVR1960) o ejerced dominio (LBLA) es la palabra hebrea “radá”, que se traduce como “estar a cargo, dirigir, dominar, dominio, enseñorear, mandar, tomar”. No hay duda de que los asuntos administrativos de la creación no son exclusivos de una casta política, sino que han sido delegados a hombres y mujeres que sean representantes leales. 

Un legado pendiente
Entendiendo que la Biblia no solamente permite, sino que promueve la participación de creyentes en la arena política como fieles representantes de Dios, ¿qué debería impulsarnos a ser luz en los procesos políticos, sociales y culturales de nuestro país? El evangelio de Jesucristo.
De acuerdo con el mandato que recibió Adán, atender asuntos de gobierno es una expresión de obediencia que abarca desde la protección de la familia hasta la vocación de gobierno. Creemos que la Biblia no solo recomienda ocuparse en esta labor, sino que la promueve para el bienestar integral de la nación. El sabio declaró: “Cuando los justos aumentan, el pueblo se alegra; pero cuando el impío gobierna, el pueblo gime.” (Pr.29:2).
El pastor Oscar Arocha comentó el proverbio citado: “Conviene, pues, que los cristianos participen en política y así influenciar con la verdad los estratos de poder, o que tratemos de ser gobierno, o buscar la manera que los justos sean elegidos a puestos de dominio, ya sea por elección o nombramiento. Estamos interesados en el carácter de los hombres que han de ser escogidos para gobernar. Nuestras naciones gimen bajo el peso de sus abundantes y terribles pecados”. 
En sintonía, el autor David Closson expresa el sentido del deber espiritual de los cristianos para que vean la política como una nueva forma para honrar a Dios como en el resto de las áreas de la vida. Hay innumerables razones para interesarnos por nuestro gobierno y los procesos políticos, por lo cual, la participación es una oportunidad para honrar a Dios y mostrar amor al prójimo. Para el autor, deberíamos preocuparnos por la participación política porque en la Biblia hay numerosos ejemplos de hombres y mujeres que así lo hicieron, y además, por el papel tan importante que tiene el Gobierno, es decir, que el Gobierno es la idea de Dios.
Ante nuestros ojos tenemos un desafío profuso, entendiendo que los liderazgos mundiales están desgastados y carentes de toda credibilidad. ¿Se imaginan los cambios que un político puede emplear al traer los principios del Reino de Dios en este contexto de sequía moral y espiritual? Si tu corazón está inquieto viendo la crisis de representación política y anhelas ser el motor del cambio en tu territorio, entonces quizás seas el próximo José, David, Daniel o Ester.

(*) David Balbuena es comunicador social, docente y pertenece al Frente +Valores.

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