Los ricos compran ganancias. Los pobres compran gastos.

Por Claudio Tomaselli
Siempre es un buen momento para invertir. Aun cuando el dinero escasea. No es la cantidad de dinero que uno tenga lo que lo define como rico o pobre, sino lo que hace con él. Una persona puede tener un buen trabajo y ganar mucho dinero, pero si lo malgasta, no deja de tener mentalidad de pobre. Por otra parte, para una persona de bajos recursos, pero con visión, es solo cuestión de tiempo para que se levante, empiece a andar y a manejarse como una persona rica.
Quiero enfatizar este concepto, que ser rico y ser pobre no está referido 100% a la cantidad de dinero que se tiene. Si fuera así, diríamos que el dinero nos maneja a nosotros. En cambio, la persona con mentalidad de rico es quien maneja el dinero y lo usa de acuerdo a su perspectiva y necesidades.
Esa mentalidad se puede diferenciar en lo que hacemos con el dinero. Si malgastamos un millón de dólares, tenemos mentalidad de pobre. Si invertimos los últimos 100 dólares que nos quedan para finalizar el mes, habremos empezado a transitar por el camino que nos llevará a hacer que los recursos que tengamos trabajen para nosotros, y no al revés.
Aprendimos en la escuela media, en las asignaturas contables, que en todo ejercicio económico existe el “debe” y el “haber”, y que ambas columnas deben dar el mismo importe. En el debe está el activo y en el haber, está el pasivo. El activo es lo que tenemos; el pasivo es lo que debemos. Si nuestro activo es mayor que nuestro pasivo, esa diferencia se computa en el haber como “ganancias”, y va a la columna del haber para igualar los números. En cambio, si nuestro pasivo es mayor que el activo, esa diferencia negativa se computa como “pérdida” y va a la columna del debe para compensar las cuentas.
Ahora bien, ¿qué son los activos y qué son los pasivos? ¿Qué tiene que ver la mentalidad de rico y pobre con el recuerdo de esta enseñanza de escuela secundaria? “Los ricos compran ganancias; los pobres compran gastos”, dice el título de este artículo. Si el dinero que tenemos, sea mucho o poco, lo invertimos comprando activos, al corto, mediano o largo plazo, éstos generarán ganancias. Por el contrario, si ostentamos una buena cantidad de dinero pero lo consumimos en noches de fiestas, comidas en restaurantes caros, recreación desmedida, lujos innecesarios, etc, al corto plazo veremos que todo eso se esfumó, que fue efímero, que la emoción pasó y el dinero se acabó. Eso, por más que estemos hablando de un millón de dólares, es tener mentalidad de pobre.
¿Qué es comprar ganancias?
Sencillamente, es comprar aquellos activos que, dadas sus características, pueden devenir en diferencias a favor el día que los comercialice o los haga trabajar. Van algunos ejemplos: Si contamos con un dinero considerable, no sería mala idea comprar un inmueble para alquilar. Puede ser un departamento o bien, un local comercial. Todo depende el dinero existente para la inversión.
El fenómeno de los autos para renta se ve en todo el mundo, por lo que si el dinero alcanza para comprar un auto, una buena inversión sería ponerlo a trabajar como Uber, como taxi tradicional, o como en algunos países de América Latina, para remises.
Si el dinero es menos de lo que alcanzaría para comprar un auto, se puede comprar materias primas para producir cosas o alimentos. Y si no hay tiempo para emprender, otro buen plan es invertir en acciones, bonos o fondos de inversión, donde las cantidades de dinero para invertir no necesariamente tienen que ser grandes.
Si seguimos un rato más, veremos que son amplias las posibilidades de inversión, de compra de activos, de generación de ganancias, independientemente del dinero que hoy tengas en tu bolsillo.
La parábola de los talentos que compartió Jesús (Mateo 25) nos enseña estos principios, justamente. El dueño dio diferentes cantidades de talentos a sus siervos y vio con buenos ojos a quienes supieron invertir esos recursos. En cambio, se enojó con el que le devolvió el único talento que le había dado, sin haberle generado una diferencia mínima a favor. De hecho, durante el reproche, el amo hasta le había aconsejado que pudo haber depositado el dinero en el banco para que le dé alguna ganancia. Pero ni eso atinó a hacer el siervo especulador que no quiso correr ningún riesgo.
Todos quieren tener éxito, pero pocos están dispuestos a pagar el precio. Es más fácil consumir que invertir, pero Dios nos enseña a ser sabios en el manejo del dinero. Más aún en tiempos inciertos como los que vivimos. Por eso, antes de decidir cómo gastar el dinero que tenemos, pensemos en cómo invertirlo. No significa esto que no debemos darnos algunos gustos en la vida. Pero veamos que la gran diferencia de los ricos es que luego de invertir, se dan esos gustos consumiendo de las ganancias y no de un sueldo que cobran a fin de mes.
Debemos pensar a futuro, en el futuro de nuestros hijos y nietos, en qué vamos a dejarles a ellos como legado. ¿Riquezas o pobrezas? ¿Ganancias o pérdidas? ¿Un buen pasar para el resto de sus vidas o un dolor de cabeza pagando las deudas que generamos?
Decíamos al principio que “somos lo que consumimos”. Si somos pobres, consumiremos gastos y generaremos pérdidas. Si somos ricos, sabremos invertir el dinero que tenemos y consumiremos echando mano a las ganancias que generemos con esa inversión.