Rellenos de Jesús

Por Max Domínguez
“Jesús les respondió: Yo tengo una clase de alimento que ustedes no conocen”.
(Juan 4:32).
Esta mañana leí este pasaje y vino a mi mente, lo que representa el alimento para mí y para toda la vida humana.
Todos nos alimentamos de diferente manera, unos comen vegetales solamente, otros mayormente carne o pastas y harinas.
Algunos pescados o diferentes dietas alimenticias.
Todo esto determina, en muchos casos, cómo de saludable será nuestro cuerpo y nuestra vida.
Es cierto que hay personas que no engordan aunque coman mucho y otras que comemos y engordamos.
Lo cierto es que al ser el alimento algo vital, le damos un lugar preponderante, tenemos horarios, un nombre especial para cada momento de alimentarnos.
Y cuando no lo hacemos, cuando no nos alimentamos, nuestro cuerpo nos lo dice y no podemos dejar pasar mucho tiempo sin hacerlo.
Jesús venía cansado, sediento y hambriento del camino y mientras esperaba que los discípulos trajeran comida que habían ido a comprar interactúa con una mujer de esa ciudad.
Más allá de sus necesidades luego de un largo camino, se tomó el tiempo para hablarle del Reino de Dios a esa mujer y llevar la salvación a esa ciudad.
Aun así, cuando sus discípulos volvieron con la comida, no comió y cuando le insistieron, les dijo que Él tenía una clase de alimento que no conocían.
Muchas veces buscamos y leemos acerca de alimentos saludables, que sean anti age, que aporten fibra o que no contengan harinas y mucho más.
Entonces Jesús explicó: Mi alimento consiste en hacer la voluntad de Dios, quien me envió, y en terminar su obra.
Juan 4:34
Muchas veces escuchamos este tipo de comparaciones en la Biblia, pero no las materializamos en nuestra vida o al menos no consistentemente.
“Somos la luz del mundo”, leemos, pero no tomamos dimensión de lo que sería verdaderamente ser luz. Iluminar en el lugar donde nos coloquen con la Luz de la salvación y, alejar la oscuridad.
Sabemos que tenemos que ser algo, pero lo usamos a veces.
“Somos la sal del mundo”. Y lo mismo, solo a veces sazonamos un poco lo que nos rodea con la Buena Noticia de Jesús..
Seguro cuando nos levantamos hoy, desayunamos, pensamos que vamos a almorzar y hasta la cena.
Cuando llegan esos momentos del día de comer, algunos comen poco y otros mucho y eso se traduce en un cuerpo con más o menos peso y tamaño.
Pero a diferencia de la comida, el tomar el alimento que mencionaba Jesús, el hacer la voluntad de Dios, no tiene contraindicaciones.
Tenemos varios tipos de alimento para elegir, Leer la Biblia, orar, escuchar a otros hablar de Jesús, aconsejar, confortar, ayudar a otros…
Por el contrario, cuanto más tomamos ese alimento, más nos rellenamos pero de Jesús, de hacer la voluntad de Dios.
Y eso nos hace voluminosos en Cristo. Con buenas obras, con amor para dar y con muchas virtudes o frutos que vienen de ser llenos del Espíritu Santo de Dios.
Conozco los efectos de estar relleno de alimento.
¿Conozco también los efectos de estar relleno de Jesús? ¿De hacer la voluntad de Dios?
Además, comer demasiado me hace tener un exceso de peso y puede traerme enfermedades graves.
El llenarme y alimentarme de hacer la voluntad de Dios va a producir un cambio en mi vida, no necesariamente estético, pero sí espiritualmente, de manera que seamos bendecidos en todo y que cumplamos el propósito de Dios en nuestra vida.
Llénate de Jesús, Llénate de hacer lo que Dios pide en tu vida.
Llénate de ser luz, de ser sal, de sembrar y cosechar para vida eterna
“…pero yo les digo: despierten y miren a su alrededor, los campos ya están listos para la cosecha.
A los segadores se les paga un buen salario, y los frutos que cosechan son personas que pasan a tener la vida eterna. ¡Qué alegría le espera tanto al que siembra como al que cosecha!”
(Juan 4 35B-36)
Recuerda que siempre nos alimentamos, tanto física como espiritualmente, con cosas buenas o malas.
Y somos lo que comemos en nuestro cuerpo terrenal y también somos de lo que “comemos” espiritualmente.
¿Qué vas a comer hoy?