Marcos Cuzzolino, una vida dedicada al servicio del Reino

Marcos Cuzzolino es pastor y abogado, nació en la ciudad de Pergamino, a unos 200 kilómetros de Buenos Aires. Creció sabiendo lo que era servir a Dios, acompañando a su padre y a su abuelo, quienes pastoreaban una creciente congregación de las Asambleas de Dios.

Si hubo algo que caracterizó la adolescencia y juventud de Marcos fue el firme deseo de llevar la palabra de Dios a quienes no lo conocían y la búsqueda del avivamiento. Razón por la cual, fue cimentando un perfil evangelístico muy común en aquél tiempo en que la juventud evangélica se había alzado con un claro y contundente mensaje de salvación. Fue solo cuestión de tiempo para que su liderazgo local lo convirtiera en pastor de jóvenes de las Asambleas de Dios y Presidente Juvenil de FECEP, la federación que agrupa a las iglesias pentecostales de la Argentina. Por otra parte, lo lleva a participar activamente de distintos proyectos que tenía ACIERA, la entidad que nuclea el 80% de las iglesias evangélicas argentinas.

La primera década del Siglo XXI consolidó la tarea de Marcos tanto a nivel eclesiástico, desde su iglesia local, como a nivel institucional, desde ACIERA, que lo propuso como líder del área de jóvenes en Pasando la Antorcha, un movimiento juvenil que trajo nuevos aires a la tarea de esta entidad. Pasando la Antorcha lo tuvo como referente del área durante varios años. Eso le abrió caminos para que formara parte, entre otros ministerios, de Osborn International en Argentina, como secretario ejecutivo, o líder de ENPEN 2002, un movimiento promovido por la Asociación Evangelística Billy Graham. Además, fue Director del área juvenil durante las visitas de David y Gary Wilkerson a la Argentina. En ese tiempo, conoció a Melania, con quien contrajo matrimonio y hoy, ambos son padres de Pier y Josué, dos pequeños que les siguen el rastro.

En los últimos años, y tras una experiencia que lo llevó a considerar al movimiento apostólico como uno de los pilares para llevar a la gente a los pies de Cristo, se involucró en el ministerio El Rey Jesús, cuyo principal referente es el Apóstol Guillermo Maldonado. "La lectura de uno de los libros del Apóstol y unas intensas jornadas de ayuno y oración me llevaron a un encuentro íntimo con Dios y a renovar ese impulso que siempre tuve por la búsqueda del avivamiento y del evangelismo", cuenta Marcos. Y agrega que "no fue fácil al principio, ya que provenía de un ámbito muy distinto, y esto significaba una transición extrema para la formación que había recibido y un legado de tres generaciones". 

Su adopción como hijo espiritual del Apóstol Guillermo Maldonado y el inalterable ímpetu que llevaba consigo para la realización de eventos, le dio pista para que coordine las tareas de extensión de este ministerio en la Argentina y en otros países. 

Una tarea de semejante envergadura puso a prueba la capacidad de Cuzzolino, quien supo rodearse de un equipo que entendió la visión y le proporcionó las herramientas necesarias para que pueda cristalizar una de las cruzadas evangelísticas más notorias de los últimos años en la Argentina: Cosecha Mundial Argentina 2024. En marzo de este año, capitalizó la atención de miles de pastores que se dieron cita a las capacitaciones ofrecidas por el Apóstol Guillermo Maldonado y también de decenas de miles de personas que otorgaron un marco colmado a dos jornadas realizadas en el Estadio Movistar Arena y a la jornada de cierre que tuvo lugar en un Estadio de Platense que desbordó, en una tarde memorable.

En la actualidad, Marcos está abocado íntegramente a la tarea de conectar el ministerio El Rey Jesús en diferentes países, capacitando pastores y líderes para la realización de los diversos eventos cuyos objetivos están enmarcados en la extensión del Reino de Dios.

Si hubiera que sintetizar en pocas frases a Marcos Cuzzolino, estas serían: Un claro llamado de Dios, una actitud de obediencia a ese llamado, voluntad para ser constante en el camino del liderazgo y un notable esfuerzo a la hora de ejecutar cada tarea asignada para llevar a cabo eventos que dejan una huella imborrable en la sociedad.